El cuerpo perfecto es el que tienes, y no el que te dicen que “debería” ser.
- Luis Montoya Birrueta
- 11 feb 2017
- 2 Min. de lectura

¿En qué momento tu cuerpo dejó de ser perfecto? ¿En qué momento dejaste de maravillarte por sus increíbles funciones? ¿En qué momento se convirtió en un objeto de críticas, lamentos, y desprecios?
Cuando éramos bebés, que por cierto sentíamos la desnudez en completa naturalidad, no podíamos creer que teníamos un cuerpo, y que era digno de estudiarlo minuciosamente. Así que lo tocábamos y explorábamos para ver cómo se sentía, cómo funcionaba, cómo olía, cómo sabía. Lo hacíamos de una forma completamente natural y libre de críticas. Poco a poco aprendíamos a usarlo, e íbamos perfeccionando sus movimientos.
Pero en algunos casos nos dijeron que había zonas de nuestro cuerpo que no podían ser tocadas tan libremente, que no lo hiciéramos en público, y que eran sucias.
Nos enseñaron que la desnudez dejaba de ser natural y que necesitábamos cubrir nuestros cuerpos, al margen de protegernos del frío. Aunque nos resistíamos y solo podíamos quitarnos los zapatos para volver a sentir la comodidad que daba sentir el suelo, el aire, la tierra. Sin embargo, nos volvían a poner el calzado.
Llegó un momento que nos acostumbramos a usar ropa y calzado, y así entendimos que esa era la forma en que se vivía. Pero seguíamos maravillados de nuestro cuerpo y cada vez lo usábamos con mayor destreza.
Luego, tristemente llegó el momento en el que nos dijeron que éramos gordos, o muy delgados, que éramos feos con esa nariz tan grande, o que estábamos muy bajos de estatura, o demasiado altos. Que teníamos un cutis estropeado. Que no teníamos el pelo a la moda. Que no teníamos las piernas estilizadas. Que las arrugas de nuestra cara se veían feas. Que las canas significaban que estábamos viejos. Que la piel ya no era tersa y firme. Que no teníamos las medidas perfectas. Y la lista podría no tener fin.
¡Pero esas no son nuestras voces! Esas son las voces y definiciones que nos han hecho creer como válidas y verdaderas. Nos han hecho pensar que no somos perfectos, y que tendríamos mucho que cambiar en nuestros cuerpos para llegar a serlo.
Nos han bombardeado con imágenes, estilos, prototipos, modas, diciéndonos lo que era un cuerpo perfecto, según ellos. Y lo peor de todo, es que les hemos creído. Hemos integrado las ideas de cuerpos perfectos, bellos, y dignos de admirar. Hemos llegado a un punto que da igual el precio que tengamos que pagar para cumplir con las expectativas impuestas por ellos, tanto económicamente, como a costa de la salud.
Nos han infectado de un virus para luego decirnos que sólo ellos tienen la cura, y no nos dimos cuenta que estábamos siendo inoculados. Fuimos entrando en su juego hasta el punto de olvidarnos lo maravillados que estábamos con nuestro cuerpo cuando éramos bebés y niños pequeños.
¡Pero tú eres perfecto! ¡Tú eres perfecta! Lo único que te dice que no lo eres, son las programaciones mentales que tienes, que han sido hechas por los que les interesa que compres todos esos productos de belleza. Que les dejes tu dinero a costa de lo que sea.
El cuerpo perfecto es el que tienes ahora mismo, estando en salud. Ámate profundamente.
Gracias por estar ahí.
“Q-La Vida”
Luis Montoya Birrueta
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