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Todas esas emociones reprimidas en ti, explotarán como un volcán si no las liberas. Atrévete a solta

  • Foto del escritor: Luis Montoya Birrueta
    Luis Montoya Birrueta
  • 26 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

Durante nuestra infancia mostramos libremente nuestras emociones mediante el sentirlas, es decir, con los sentimientos. Entonces esas emociones se liberar puesto que son experimentadas, son sentidas.

Si nos surge tristeza, la lloramos (liberamos), si se presenta la rabia, la mostramos y dejamos ir, si nos duele algo, tanto físicamente, como emocionalmente, nos permitimos sentirla y se va.

Nos da igual el sitio, o las personas que estén presentes para permitirnos liberar (sentir) las emociones que tengamos. Lloramos abiertamente en cualquier lugar, hacemos una pataleta o berrinche, para mostrar nuestro descontento. Decimos claramente cuando algo no nos gusta, o cuando no sentimos simpatía por alguien, o si no estamos a gusto en ese lugar. Somos completamente honestos(as) con nuestras emociones, porque las sentimos, para que luego se vayan.

Pero llega el momento en que nos empiezan a “educar”, para que nos “comportemos adecuadamente” en el sitio y gente con las que estemos.

Nos empiezan a alterar la manifestación espontánea y natural de nuestras emociones. Nos indican lo que está “bien” de lo que está “mal”. Nos dan instrucciones sobre la forma que esperan (sociedad) que nos comportemos, vivamos, seamos. Así que cuando llega la tristeza, coraje, dolor, nos indican que “eso no lo podemos hacer ahí”, que “eso no es correcto”, que “eso no está bien”. Y empezamos a considerar que un pequeño (a) está “bien educado” cuando se comporta tal cual hemos decidido (sociedades) que “debería” ser.

Entonces aprendemos que en algunos momentos, lugares, y compañía, no podemos llorar, enrabietarnos, o sentir tristeza, dolor. “¿Qué va a decir la gente” “¿Qué van a pensar de nosotros los demás?”.

Esas emociones se empiezan a quedar guardadas en nuestro interior y dado que no sabemos gestionarlas para liberarlas después, (no nos han enseñado), entonces se mantienen ahí.

Para estos momentos tenemos a seres humanos pequeñitos con necesidad de mostrar sus emociones, pero con las limitaciones programadas que imposibilitan su manifestación, su experimentación. Tampoco saben liberarlas en otro momento.

Y pasan los años. Esos pequeñitos crecen y ahora son adolescentes, adultos, ancianos, y siguen respondiendo a las instrucciones registradas durante esos años. Pero ahora tienen una gran cantidad de emociones acumuladas. Ahora viven con una gran y pesada carga; ahora perciben la vida por medio de ese volcán de emociones que puede explotar en cualquier momento.

Lo siguen reprimiendo y el cuerpo da señales que nos alertan diciéndonos que algo no está en equilibrio. Nos avisa por medio de enfermedades, tanto físicas como emocionales. Seguimos reprimiendo y acumulando. El volcán no aguanta más la presión; el cuerpo envía señales más intensas, llegando incluso a enfermedades terminales. (Dejo al margen las enfermedades causadas por agentes externos, como intoxicaciones medicinales, virus, bacterias, etc., ya que estas tienen otra explicación del para qué han llegado a nuestras vidas. [Motivo para otro artículo]).

¿Sientes que hay un volcán dentro de ti? Por favor atrévete a liberarlo. Te puedes ayudar de terapeutas, libros de autoayuda, amistades, la naturaleza…

Pueden ser todo o tu misma soledad, pero lo más importante es que sueltes, y te liberes de esas emociones que se han quedado reprimidas en ti y no te dejan volar en total libertad.

Atrévete a soltarlas. ¡Sé feliz! ¡Vuela muy alto!

Gracias por estar ahí.

Te amo.

“Q-La Vida”

 
 
 

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